miércoles, 17 de octubre de 2012

El sueño de una noche de otoño



            Krit entró en el bar esquivando a los dos parroquianos, protegiendo algo en el hueco de sus manos. Se pegó a la pared contraria a la barra, no fuera que alguien le tocara sin querer aquello que traía.
-¿Qué escondes? –Ka se guardó en el bolso del pantalón la chapa de la San Miguel.
-Encontré algo al lado del contenedor. Se debió  caer de algún bolso.
-O lo tiraron. Si estaba al lado del contenedor…
-Imposible. Es una cajita  para sueños –Krit abrió las manos y se la enseñó a su amigo.
-No me jodas, ahí no hay nada.
-No la ves porque es transparente, pero si te acercas lo suficiente, notas su presencia. Es fuerte.
            Ka se dio la vuelta en el taburete, buscando con la mirada la abertura de la minifalda de la camarera. Sacó un paquete de palillos del bolso de su camisa y encendió uno.
-Ven, te lo enseño –Krit acercó las manos a su amigo-. Mira, no está vacía. Dentro tiene un sueño, el sueño de una mujer.
-Y tú lo sabes porque viene pintado en rosa, ¿no?
-Céntrate. Se puede ver, sólo hay que saber mirar. Es un sueño de libertad.
-Ya, lo típico. Paz y amor, libertad para todos los seres humanos… Una jipi trasnochá.
-No seas burro. Es la libertad que da ser dueño de uno mismo, del propio tiempo, de lo que uno hace y de lo que uno decide.
-Eso no existe –Ka bebió de un trago la cerveza.
-Si que existe, lo tengo en mis manos. Presta atención. Estoy hablando de poder elegir, decidir tu propio destino.
-Anda ya –Ka sacó dos palillos esta vez, uno se lo llevó a la boca-. Toma, fuma.
-Paso –Krit se sentó acercando el hueco de las manos a su pecho.
-No te entiendo. No sólo sabes historias sobre las cosas más raras que te encuentras, sino que también las sabes cuando no te encuentras nada.
-Lo que para ti es nada para otra persona es un sueño, y yo lo tengo en mis manos.
-Y qué harás, ¿regarlo a ver si crece?
-Lo voy a dejar libre para que vaya al encuentro de su dueña. Pero la cajita me la quedo.
            Ka pensó que con la cantidad de sueños que la gente perdía sería un buen negocio montar una agencia de detectives atrapasueños. Le hizo un gesto a la camarera para pedir otra cerveza, y esta vez sonrió no por el escote generoso, sino por su genial idea.

jueves, 11 de octubre de 2012

A veces



            Después de tres barriles y medio de cerveza, siete botellas de crema de orujo, dos paquetes de palillos y cuatro groserías a la camarera, Ka decidió beber un vodka con naranja.
- Que asco de mundo –le dijo a la camarera sorda.
      Y esta vez, esta sola vez, la camarera se acercó a Ka, apoyó los brazos en la barra y le miró fijamente, como si fuera a escucharle.
- ¿Tu amigo se ha perdido?
- Se pierde dinero jugando al poker, un botón de una camisa vieja, la vergüenza, el tiempo… pero Krit no se pierde. Como mucho se ausenta a veces.
- Ya, pero hace mucho que no te veo hablar con él.
- Creéme guapa, volverá –Ka metió el dedo en el vaso para darle vueltas al cubito de hielo-. Me necesita para no volverse loco.
      Ka se llenó del aire sin humo del bar, y lo soltó poco a poco. Sintió un ligero mareo, y cuando logró aposentar la cabeza y se dio cuenta de que no era el suelo el que escoraba, vio a Krit entrar por la puerta.

jueves, 31 de marzo de 2011

Puntocón

          Krit, que siempre llegaba el último, sacó su portátil para buscar una AMV.
- ¿Qué cuernos es eso? -preguntó Ka, prendiendo un palillo como si fuera un Chester-. ¿Una amiga muy viciosa?
- Siempre pensando en lo mismo. Es una agencia metafísica de viajes. Si buscas en internet hay unas cuantas, pero sólo me fío de la que me recomendó mi profesor de Antónimos.
- ¿Antónimos? -Ka le dio una profunda calada al palillo.
- Voy a licenciarme en llevar la contraria. Y el otro día en clase, este profesor nos contó un viaje que hizo el fin de semana al planeta Plutón.
- Plutón no es un planeta -Ka cruzó las piernas y alzó la mano en un gesto casual, exhibiendo el humo de su palillo.
- Claro, y Asturies nun ye nación. El caso es que me atrajo la idea, y voy a comprar un bono-luz para visitar el año -123.
- Anda, bebe y calla -Ka le ofreció el cachi con su mano libre-. Es imposible viajar en el tiempo, y tú pretendes sacarte un bono. Te van a estafar.
- ¿Qué edad tiene el tiempo?
- En serio, bebe. ¿Quieres un chupito?
- No, dime.
- Muchos. Millones de años.
- Pues si a nosotros nos salen arrugas con 50 años, imagínate las que tendrá el tiempo.
- ¿Y eso qué tiene que ver? -Ka apagó la colilla de su palillo en el canto de la barra.
- Que las arrugas que tiene el tiempo son pliegues que acercan los momentos y permiten saltar de uno a otro.
- Eso es físicamente imposible.
- Por eso busco en una agencia metafísica, y no en Halcón Viajes.
          Krit tecleaba con dos dedos mientras Ka prendía otro palillo. Le di un trago a la cerveza. La noche se presentaba tranquila.

martes, 22 de marzo de 2011

2+2=7

- Dicen que hay una vieja que vende sueños.
- ¿Te refieres a la dueña del puticlú donde la playa? -Ka siempre presumía de conocer a los dueños de los locales interesantes.
- No, sueños de verdad. De los que se tienen incluso cuando duermes.
          Krit conocía a tanta gente que siempre se enteraba de cosas sorprendentes. Una vez nos contó la historia de una mujer que había vendido las escaleras de su casa a unos andamistas, y que luego tenía que subir en globo y aterrizar en el balcón. Al principio no le creímos, hasta que nos explicó que lo hizo para poder pagar la hipoteca.
- ¿Qué sentido tiene coleccionar sueños? Es lo más inútil que se puede hacer -Ka hablaba distraídamente, mirando ensimismado a la camarera.
- No quiero una colección. Quiero uno.
- ¿Sólo? -Ka ni se inmutó cuando di una palmada delante de sus narices.
- Dicen que los vende de diferentes tipos. Los hay de varias horas y que luego no se distinguen de la realidad. Sé de uno que compró una ilusión pasajera que acabó olvidando, pero le quedó la sensación para siempre. Y también los tiene de sabores, o con el calor de la cocina de carbón que tizaba tu padre cuando eras pequeña.
- Yo te aprecio, pero eres tonto. ¿Para qué necesitas un sueño? -Ka quiso llamar la atención de la camarera lanzándole un cacahuete al escote.
- Esa es la cuestión. No lo necesito, y por eso lo quiero. Voy a pedirle uno que dure apenas un minuto, pero que pueda tenerlo una y otra vez sin que se me gaste.
         Una sonora caricia en la mejilla de Ka puso fin a la conversación, y nos dejó claro que esa noche no beberíamos más cerveza.

martes, 1 de marzo de 2011

Una noche cualquiera


-      Estoy sensible… -Krit apoyó lánguidamente un brazo en la barra y deslizó su cabeza en el hueco del anticodo.
-          Pues no tengo drogas –Ka bebió su cerveza de un trago. Instintivamente saqué la cartera y abrí la cremallera del bolsito secreto. Vacío.
-         Me duele todo.
      Quise llamar a la camarera para pedirle ibuprofeno, pero estaba tan ocupada pendoneando con un traje arrugado con corbata chillona que no oyó mis gritos.
-         Es que a veces se hace muy difícil…
-                     ¿Qué te pasa? ¿Los vaqueros te aprietan los huevos? –Ka parecía preocupado.
-                     No es ese tipo de dolor. Lo que me duele es la vida.
-                     Que no leas el periódico, ni veas el telediario. ¿Tengo que ir otra vez a tu casa a quemarte todo lo que tengas de papel?
-                     No me hace falta leer. Sólo tengo que mirar alrededor. Veo cosas que me hieren. La hipocresía, la indiferencia, el egoísmo, cómo nos tratamos los unos a los otros…
-                     En serio, vamos a pillar –Ka sacó las monedas que le quedaban y echó cuentas.
      En el bar, un chico moreno le ponía los cuernos a su novia; una mujer vestida de negro le daba una puñalada trapera a su amiga; dos amigos se deseaban sin decírselo; los de la mesa dos criticaban a los de la cinco, que a su vez nos criticaban a nosotros; una paloma cagaba en la cabeza del calvo que estaba en la puerta; nuestras jarras estaban vacías porque la camarera seguía putaneando…
- Ay… -Krit suspiró, mientras una lágrima serpenteaba entre los granos de su mejilla-. Cómo duele…

miércoles, 9 de febrero de 2011

Cristal ahumado...

La noche se presentaba aburrida. Poca gente en el bar, la camarera distraída con el móvil y la cerveza sin espuma. Mis amigos tardaban en llegar. Normalmente aparecían con la tercera jarra. Primero Ka, desafiante, como en lucha con el mundo. El último era Krit, que siempre nos sorprendía con…
-¡Vimos un culo! Un misterioso desfiladero entre dos suaves lomas bronceadas… –increíble, llegaban a la vez.
-Culo, culo…–Ka se sentó a mi derecha, delante del palillero.
-¿Y qué más querías ver? Lo que falta lo pone la imaginación. Es casi lo mismo pero al revés. Pura simetría.
-¿Tu imaginación también pone lo que te falta para llegar a fin de mes? Sí que hace milagros… -el primer palillo ya descansaba sobre la barra.
-Si no pones un poquito de tu parte, hay cosas que no se ven con los ojos –la camarera no paraba de teclear mensajes, ajena por completo a mis necesidades alcohólicas.
-No seas místico. La moza que iba delante de nosotros enseñaba un poco el culo, nada más –con seis palillos Ka hizo un perro que apuntaba a la cafetera.
-Me das pena. No eres capaz de apreciar la belleza de un instante sublime.
-Sé apreciar la belleza de sobra, sólo que de tanto estar contigo se me olvidó cómo es –Ka le dio la vuelta al perro y con un palillo más le hizo un rabo.
-No te entiendo.
-Que eres difícil de ver, de belleza ausente, incómodo de mirar, de facciones cubistas. Sólo ligas en los bares oscuros.
-¿Me estás llamando feo a la cara?
-No. A la luz.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Depende...


El ruido de las sillas al caer nos sobresaltó. Ka derramó la cerveza sobre el suelo y dijo algo así como que ya encontraríamos la manera de recuperarla cuando se nos acabara el dinero.
-¡No puede ser! ¡Es terrible! –Krit se subió de un salto al taburete a la vez que enredaba sus dedos en el pelo y tiraba hacia los lados.
- Ya me dirás como hiciste eso –Ka recogía con el dedo las gotas de cerveza que andaban despistadas por la barra.
- ¡Llevo todo el día sin poder moverme de casa! No lo entiendo… Desperté así, pero pensé que se me iría pasando con el consumo de cafeína y pingarates…
-¿Nos vas a contar qué te pasa o tenemos que adivinarlo? –Ka sacó su bola mágica del bolsillo de los vaqueros.
-Es algo… si mañana no estoy mejor, tendré que ir al hospital.
-Si no fuera porque eres tú… empezaría a tomarte en serio.
            Un borracho en el bar empezó a darle golpes a la máquina tragaperras. Tres barcos piratas y un pingüino le hacían burla, echándole en cara que no ganaría el premio.
-¿Vendrás conmigo mañana a urgencias? –Krit puso ojillos de cachorro abandonado al principio de las vacaciones de verano.
-¿Qué ladras? ¿Qué te pasa?
-No veo. Desde esta mañana. Todo nublado, borroso, difuminado, confuso… Apenas noto los colores. El mundo se volvió un nubarrón de tonos grises. No pude distinguir el color del tirante del sujetador de mi vecina… y sin eso no puedo vivir.
            Mientras yo miraba al ludópata cambiar un billete de cincuenta, Ka voló por encima de mí y se abalanzó sobre la nariz de Krit.
-Serás… Trae aquí –con precisión de ninja le quitó las gafas y las miró al trasluz-. ¿Cómo quieres ver algo con la pila de mierda que tiene esto?
            Ka limpió los cristales con la manga de su camiseta sudada, y los volvió a colocar donde estaban.
            Tal fue el agradecimiento de Krit que se inclinó para que nos diéramos un abrazo en grupo. Nosotros no estábamos por la labor de un contacto físico, así que nos apartamos hacia atrás a la vez. El pobre Krit terminó de morros en el charco de cerveza derramada, y ya que estaba allí, aprovechó y sacó la lengua.
-¿Veis? –dijo Ka-. Os dije que encontraría la manera.