Krit entró en el bar agarrado a una bombilla encendida. Sorteó las cuatro personas que había y se sentó en la barra, a mi lado.
-¿Crees que así te seguirán los Reyes Magos? -Ka nunca saludaba.
- Ayer tuve una idea. A las 2.37 de la madrugada -Krit nos miró como si fuera a revelar por qué María no era virgen.
-Que precisión. Las mías son caóticas. Llegan a medias, incluso a veces ni llegan.
-Bueno, ésta se hizo de rogar... -mientras ellos hablaban, yo no paraba de mirar a la camarera. Mi jarra estaba vacía, y aquella aspirante a posadera no escuchaba mi mirada inquisitiva. Si no era capaz de entender la lógica aplastante del "si está vacía, entonces se llena"... ¿qué hacía al otro lado de mi sed? Su actitud cruel y despiadada ponía a prueba mi capacidad para comportarme, esa zorra insulsa...-. Y me respondió que las ladillas no vivían del aire.
Las ladillas me sacaron de mis pensamientos y activaron a la camarera, que con gesto mecánico se acercó con más cerveza.
-¿Y eso a qué viene? -Me perdí. Ka señaló la bombilla con un movimiento de cabeza.
- Es que no tengo en qué apoyarla...
Ka vació el palillero y se lo dió a Krit para que pusiera allí su idea. Contó los palillos que había y echó cuentas, porque le faltaban unos cuantos para terminar la casita que estaba construyendo en el extremo oeste de la barra. Mientras uno miraba el cristal iluminado, el otro sentía añoranza de los buenos tiempos en los que las charlas se tenían a escondidas tras una cortina de humo de tabaco.